Desperté de mis sueños al dolor de la vida,
y hallé de mi pasado todo el derrumbamiento,
y vi mis viejos libros como el arma el suicida
a quien no quiso detener en su intento.
Parte de mi existencia a la suya va unida.
Los miro con amor y con remordimiento;
cambié mi vida propia por la suya fingida
para vivir los siglos con sólo el pensamiento.
Encarné la leyenda. Como en el áureo cuento
al regresar de paso por la senda florida
el ave de la gloria me detuvo un momento...
Y como el santo asceta al volver al convento,
hallé muertos los míos y la celda caída,
porque la voz del ave era un encantamiento.