Félix María de Samaniego

El cazador y la perdíz

Una Perdiz en celo reclamada
Vino a ser en la red aprisionada.
Al Cazador la mísera decía:
«Si me das libertad, en este día
Te he de proporcionar un gran consuelo.
Por ese campo extenderé mi vuelo;
Juntaré a mis amigas en bandadas,
Que guiaré a tus redes, engañadas,
Y tendrás, sin costarte dos ochavos,
Doce perdices como doce pavos.»
«¡Engañar y vender a tus amigas!
¿Y así crees que me obligas?
Respondió el Cazador; pues no, señora;
Muere, y paga la pena de traidora.»
 
 
La Perdiz fue bien muerta; no es dudable.
La traición, aun soñada, es detestable.
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