I
En cada rincón del cuarto, aún vives, aún respiras,
en el aire que me envuelve como un manto callado.
Tu aroma se dibuja sobre mi piel desnuda,
y en el silencio de la noche escucho tu latido.
II
Las sábanas guardaron el calor de tus brazos,
y en las sombras, tus labios se vuelven mi refugio.
Es un espejismo dulce que me quema y me salva,
como el recuerdo de tus ojos sobre mi piel rendida.
III
La almohada es testigo de todo lo que fuiste,
del peso de tus manos, de la calma en tu risa.
Y aunque la ausencia grite como un eco infinito,
aquí sigues presente, prendido a mi deseo.
IV
Amado, en esta cama, no hay espacio para olvido,
cada pliegue es un verso que escribe tu presencia.
Y mientras mis sentidos se aferran a tu esencia,
te busco en el silencio... porque aún estás conmigo.