Poema sobreviviente
Que quede mi voz cuando yo ya no esté,
una huella leve, un eco en el aire.
Las palabras pasan, se borran, se pierden,
pero tal vez una logre quedar.
No busco la gloria, ni el brillo, ni el nombre,
solo una chispa que siga encendida,
un verso pequeño, sencillo y callado,
que aún en el tiempo se niegue a morir.
Un poema que resista el tiempo,
que habite en bocas ajenas,
como el eco de un susurro antiguo
o la brisa que no se deja atrapar.
Las palabras van y vienen,
livianas como hojas de otoño,
pero en su caída,
¿será alguna digna de quedar?
No es la voz, ni la firma,
ni el instante que vio nacer la línea,
sino el temblor de quien la lea,
quien le dé su última verdad.
Un verso que quede cuando yo parta,
eso es todo lo que anhelo.
Las palabras van y vienen,
ríen, callan, se desvanecen,
pero en cada una dejo un rastro:
¿quedará alguna en la arena?
