NO SERÁ MEMORIA DEL MAÑANA
Cuando el poeta sea pasado, podríamos decir:
no tejió palabras que desafiaran el tiempo,
no sostuvo en su aliento
la promesa de un siglo que aún no existe.
No trazó senderos con la tinta del porvenir,
ni supo leer en los ojos de su amante
las preguntas que el alba dejaba en su piel.
Nunca fue mensajero de lo improbable.
Habló, sí, de lluvias estancadas,
de muros vencidos por la historia,
de relojes que jamás encontraron su hora.
Recorrió los escombros,
pero no los renombró.
Caminó con polvo en las manos
y fue testigo del olvido.
No habrá citas de su sombra en las antologías,
ningún crítico buscará en sus versos
la metáfora que no supo construir.
Ni poetas de bronce, ni voces de fuego
lo recordarán en los pliegues de un libro.
Las cátedras no alzarán su nombre,
su eco no será disertación ni epílogo.
Porque en su verbo
no hubo enigmas ni senderos bifurcados,
sólo la llanura simple
de quien habló
sin más artificio
que el peso
de su propio día.
