En sombras yace el sueño ya perdido,
la llama que quemó nuestro destino;
en su fulgor, el tiempo fue homicida,
un eco errante en gélido camino.
La luna, testigo de mi quebranto,
declama en su silencio mi tormento.
Los astros, mudos, tiemblan con mi llanto,
su luz se quiebra en gotas de lamento.
Oh, ruina de mi pecho, ¿dónde mora
el cáliz que bebimos en la aurora?
Es polvo lo que queda en esta hora,
cenizas de un amor que ya no aflora.
Y en cada verso escrito, la agonía
resuena cual campana en sepultura.
Tu ausencia, sombra cruel, mi sangre enfría,
destierro de pasión, mortal ruptura.