Eras luz en la sombra de su genio,
un fulgor dorado en la bruma azul,
musa dormida en la fiebre del genio,
cuerpo de luna, labios de tul.
Tu rostro, un sueño de líneas suaves,
donde el pincel halló su ardor,
ojos cerrados en mares graves,
cálida arcilla del gran pintor.
Él, torbellino de formas rotas,
te poseyó con trazo feroz,
y en su lienzo quedaron notas
de un amor sin tiempo ni voz.
Pero en la luz que tu alma daba,
también crecían sombras crueles,
pues su amor era llama esclava,
y tu risa, jaula de mieles.
Marie-Thérèse, musa y cautiva,
en los colores de un gran señor,
fuiste del arte la flor más viva,
y del amor, dulce dolor.