En la noche callada,
dos almas se entrelazan.
Sombras que danzan lentas,
al ritmo de suspiros que arden.
Tus ojos, luceros ardientes,
iluminan mi piel sedienta.
Manos que exploran suaves
los valles de tu silueta.
El aire se vuelve miel,
endulzando cada caricia.
Somos olas en la marea,
subiendo, bajando, sin prisa.
La luna, cómplice silente,
nos baña con luz de plata.
Nuestros cuerpos son lienzos
donde el deseo se plasma.
En este jardín secreto,
florecen besos cual rosas.
El tiempo se detiene manso
mientras la pasión desborda.