Aquellos perdidos en una tormenta
de niebla, granizo y rayos
es la eterna, densa y tupida tristeza
la que os ha tomado como vasallos.
A pesar que tratéis de impermeabilizaros,
tener en cuenta que la acepción vehemencia
no se encuentra en su diccionario.
Hallareis multitud de piedras en su transcurso
la gran mayoría impuestas por vuestra propia persona,
la que susurra la incapacidad y por lo tanto abandonas
obedeciéndola así como un mísero títere en desuso.
Esperando a que algo inmensamente mágico ocurra,
que te ayude a salir de ese oscuro pensamiento
anhelas experimentar la felicidad como sentimiento
pero desgraciadamente el mundo continúa,
y lo único que deseas es que el tiempo no transcurra.
Quizá, tu futuro lo convertiste en una neblina
de ceniza, arena, polvo y estremecedor sinsentido.
Quizá, habrías sido capaz y lo hubieras conseguido
porque quién te dice que no era ese tu destino.
Ah sí cierto, tu desconfianza, la misma,
la misma que incentivada por el miedo te llevó a la ruina.
En bucle se engendrará algo descriptivo como sensorial.
Una colisión de mecha y gasoil ardiente
tendrá lugar en lo más profundo de tu mente.
Una supernova en el vacío espacial
sacudirá tu dignidad como algo inerte
y volcarás en un pozo lo que tenías de valiente
esperando sentada a algún día recomponerte.
El colapso de tus “yoes” trazarán una encerrona
Haciéndote agonizar, comprimiendo, ahogando, desvaneciendo,
invadiendo y enloqueciendo a tu persona
y así tu cabeza de la depresión ya no asoma.
Para evitarlo o salir de ese infierno perpetuo,
trata de estar contigo y tu propia mente en paz
en un estado zen inmerso que te ayudará
a entender más la vida y tu encauzamiento,
además de tener más confianza en ti y creerte capaz
porque si no eres tú quien si no lo hará.