Rubén Darío

Abrojo XXXIII

¿Por qué ese orgullo, Elvira? Que se domen
en ti loca ambición, ruines enojos,
y quítate esa venda de los ojos,
y que esos ojos a lo real se asomen.
 
Mira, cuando tus ansias vuelo tomen
y te finjan grandezas tus antojos,
bellas, rostro divino, labios rojos,
que unas comen pan duro, otras no comen.
 
Bajan a los abismos nieves puras
cuando rueda el alud; y se hace fango
después de estar en cumbres altaneras.
 
¡Ay, yo he visto llorar sus desventuras
a encopetadas hembras de alto rango
sobre el sucio jergón de las rameras!
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