Te quiero para mí, mas por entero,
que un ápice de ti de nadie sea,
ni siquiera te sueñe ni se crea
que en ti pudiera ser todo y primero,
porque es tanto, mi amor, lo que te quiero,
que temo que a cualquiera que te vea
pudiera obsesionarse con la idea
de llevarte a poblar su gallinero.
Hasta el cielo me iría a defender
lo que estimo de propia pertenencia,
en la seguridad de hacer valer
tal cosa a la Divina Providencia,
pues sabe que jamás otra mujer
podría disfrutar de igual querencia.