Sin auténtico amor en la pareja
y aunque con la pasión desenfrenada,
la relación acabará quebrada,
bien lejos de llegar a hacerse vieja.
Muerto el deseo, la inquietud se aleja
y el sentimiento va quedando en nada,
pues la atracción se queda tan mermada
que ni un atisbo de ansiedad refleja.
El cuerpo, en laxitud, se desmadeja
y el ánimo se bate en retirada,
dando la sensación de que se deja
todo el ardor que utilizó de entrada,
pues al faltarle tal, ya se asemeja
a un cartucho con pólvora mojada.