Clementina Suárez

Una obra muerta

Yo no bajaré a la tumba convertida en harapo,
ni un sólo diente de mi boca se ha caído.
Las carnes en mi cuerpo tienen su forma intacta
y ágil en su tallo se yergue la cabeza.
 
yo iré a la muerte pero con el labio fresco,
con voz firme y clara responderé a la llamada.
Yo sé que están contados los minutos de la vida
y que jamás el destino su sentencia retrasa.
 
Sobresalto no tengo por entrar a la sombra,
nadie quiero que venga por mi muerte a llorar,
la espuma de mi sangre como aceite se acaba
y para ése instante a todos sólo pido silencio.
 
No quiero que ya muerta peinen mi cabello
ni que las manos juntas pongan en mi pecho,
quiero que me dejen así como me quede
y así en la tierra abierta me vayan a dejar.
 
No quiero que me vistan, ni que me ultrajen muerta,
estando con migo los que nunca estuvieron.
Compañeros sinceros, lo que siempre tuve,
sólo esos que se encarguen de irme a enterrar.
 
Tampoco quiero seña, ni que una cruz me pongan,
no quiero para mí nada que los pobres no tengan.
Pues aún después de muerta, mi puño estará cerrado
y en el viento mi nombre será como bandera.

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