Carlos Vélez López

Desvaneciente

©VEC 2023

Bebió dos tragos más,
la noche sólo había comenzado,
emanó un pequeño suspiro
con desdén y orgullo,
con serenidad y silencio,
con sentimientos que no crecerán
por lo menos desde ese día
y hasta que su mirada
vuelva a hechizarse de su belleza;
los bebió de golpe,
se puso de pie antes del estrago
y anduvo con rumbo a recorrer la ciudad,
un cuantío de caricias
se le acercaron seduciéndole
amores, alegrías y placeres,
las ignoró,
y es que a veces
el ritmo de los pasos solitarios
seducen más a las ilusiones cautivas
que dejarán de ostentar
sorpresa, delicia, magia,
suspirándolas cuantas veces
se lo permitió la madrugada
y amaneció con resaca
de luna y fantasías;
más se descubrió
sin poder recordar su figura,
ni sus ojos de oriente divinos,
ni su sonrisa,
ni sus labios imposibles,
creyó por segundos haber sufrido
un daño inesperado,
amnesia de ella desvaneciente,
ausencia de ella en el corazón;
concentró de mente en su fondo
respirando al instante y así se sonrió
no hubo aflicción, ni descuido,
era él mismo guardándose la pasión,
los deseos, los sueños, la imaginación.
 
Con el paso de horas,
hallado en un nuevo día
se encontró frente a ella
saludándole un – ¡Hola! – sin vida,
charlaron un par de cosas sin importancia,
ella lo sabía,
era suficiente, y él
continuó,
alejado de esa noche,
como cualquier otro día.

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