César Vallejo

Trilce XV

En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.
 
     Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
 
     Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.
 
     En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra                 a                 sombra.
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Vacío ya, ese rincón testigo de tantos momentos especiales, se encuentra sin la cuja (en este caso en su acepción de cama). ¡Qué extraño y absurdo verá el Poeta ese lugar pequeño sin el lecho! Se "sienta a caminar", sedentario en movimiento a travéz bellas evocaciones. Nombra las cosas por primera vez, es el primer hombre en el mundo en cantar la tristeza de una ausencia, crea su propia sintaxis y su lenguaje tiene la inocencia de un Adán abandonado. Alguna vez en ese rincón leyó un cuento de Alphonse Daudet a su amada, le ofreció su mundo. Ella ha llegado más temprano, tal vez para llevarse sus efectos personales; la ausencia de sus cosas acentúa dramáticamente la de ella que no volverá más. Excesívamente triste resulta cuando el dice "Es el rincón amado. No lo equivoques." Hubo indicios que delataban el desafortunado desenlace cuando la miraba pasar entre los cuartos "poca y harta y pálida". En la noche lluviosa salta súbito hacia su propia puerta que da al viento oscuro de sus sombras para siempre ajeno y en dirección opuesta al de su amada. En su bella sencillez sincera este poema nos deja el alma hecha girones.

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