Las gafitas de las pecas,
con complejo de muñeca
desconchada
frota su cuerpo desnudo
contra el lino blanco y mudo
de la almohada.
Invisible entre la gente.
Condenada a ser decente,
según fama que del cuello le colgaron
los que nunca la invitaron
a su cama
Cuando agoniza la fiesta
todas encuentran pareja
menos Lola
que se va, sin ser besada,
a dormirse como cada
noche sola
y una lágrima salada
con sabor a mermelada
de ternura
moja el suelo de su alcoba
donde un espejo le roba
la hermosura.
Nadie sabe cómo le queman en la boca
tantos besos que no ha dado,
tiene el corazón tan de par en par y tan oxidado.
Ojos lujuriosos de hombre que en el último metro
buscan y desean
nunca miran dentro del escote de las feas.
Besos en la frente,
besos en la frente le dan;
besos en la frente,
nadie trata de ir más allá…
yo quise probar.
Yo que, en cosas del amor,
nunca me he guiado por
las apariencias,
en su cintura encontré
una mariposa de
concupiscencia.
Las más explosivas damas
me dejaban en la cama
congelado
—”ten cuidado al desnudarme,
no vayas a estropearme
mi peinado”—
Lola sí que lo ha comprendido, por caminos
escondidos ha buscado
el agua que mana el oscuro manantial del pecado.
Y aunque me ha dejado marcado como un mapa
de arañazos en la espalda
nunca hallé tanto calor como bajo su falda,
y le he pedido “vente conmigo” aunque la peña
diga “tío, que mal te lo montas”,
harto como estaba de tanta guapa insípida y tonta.
Paso de la falsa belleza igual que el sabio
que no cambia París por su aldea
y me abrazo a la verdad desnuda de mi fea.
Besos en la frente,
besos en la frente le dan;
besos en la frente,
nadie trata de ir más allá…
yo quise probar