XLVI
Nunca olvidabas festejar a Olvido,
a Berlanguita, a Cela, a Ramoncín,
cómo te odiaba viéndome excluido
de la efímera fama del Spleen.
Soñaba que mi nombre, con negritas,
brillaba en tu columna de El País;
entre lumis, cebrianes, y pititas,
o con Ana* (la amo) vis à vis.
Pero, al fin, mi delirio incontinente
se ha visto, a fuego fatuo, cocinado...
¿qué importa que me llames decadente?
¡Me has citado, dios mío, me has citado!
Ese adjetivo, Umbral, directamente,
al umbral del parnaso me ha llevado.