julio 2022
Son casi la 1:30pm, el sol de playa del carmen está en su punto álgido.
Las ruedas de esta combi colectiva ruedan, marchando por la avenida treina.
Suben y bajan las personas con quienes comparto una hora de mi día. El sudor se escurre por nuestras frentes llegando hasta nuestras bocas cubiertas por una tela antitranspirante.
Nadie sabía que esta tarde nuestras vidas tendrían el destino de juntarnos...
¡Qué calor tan infernal! No tiene nombre.
Me sumerjo en los posibles destinos a los que cada uno de mis acompañantes se dirigen, ¿qué harán después?
Nadie dice nada, todos intentan desviar las miradas pues como si fuera apropósito nos ubicaron frente a frente, y cuando se da la oportunidad tratamos de huir al lugar más preciado, el trono del vehículo: la esquina con ventana.
Mi brazo se junta con el de la señora que va alado de mi y nuestra piel logra pegarse gracias al calor del ambiente. Poco a poco se despega como si tuviera pegamento, ninguna de las dos hace algo al respecto, no hay nada que hacer más que dejar que la fuerza natural termine este encuentro.
Al frente va una señora que pareciera meditar. Y sube un buen señor que pide su cambio, pues entregó una moneda de 20 pesos. Niños y niñas que suben con destino a sus labores escolares. Alguna señora que, como puede, entra cargando las bolsas del mandado. Ahora solo me preocupa que al bajar, no deje una ilustre representación en agua de mi culo en el asiento, estos asientos de piel sintética estimulan el sudor. He creado suficiente como para sentirme resbalar en cada parada violenta del conductor.
Miles de palabras giran en mi cabeza, evitando mencionar la palabra que da por terminado mi paso en este ecosistema. “aquí bajo” “en la esquina, por favor” “en la siguiente parada” ¿Cuál es la ideal? Todos dicen “bajan” pero me recuerda a pescado rabioso. Siento que si la grito, la diré cantando.
Llevo tanto tiempo sin mencionar una sola palabra que comienzo a pensar en el sonido de mi voz. Cuál será el volumen ideal para que dentro de esta cápsula, el conductor logre escucharme entre el estruendo.
Mientras me acerco a mi destino, el conductor va cual avestruz. Se escuchan las bocinas, gente en la calle, el tumulto. Me detengo, observo, titubeo... ¿CUAL ERA?
—¡BAJAAAAN!
“(el día... es vidrio sin sol...)”