Octavio Paz

La guerra de la dríada o vuelve a ser eucalipto

El enorme perro abrió los ojos,
pegó un salto y arqueando el negro lomo,
bien plantado en sus cuatro patas,
aulló con un aullido inacabable:
¿qué veía con seis ojos inyectados,
sus tres hocicos contra quién gruñían?
veía una nube preñada de centellas,
veía un par de ojos, veía un gato montes,
el gato cayó sobre el perro,
el perro revolcó al gato,
el gato le sacó un ojo al perro,
el perro se volvió un ladrido de humo,
el humo subió al cielo,
el cielo se volvió tempestad,
la tempestad bajó armada de rayos,
el rayo incendió al gato montes,
las cenizas del gato se esparcieron
entre las cuatro esquinas del universo,
el cuarto se convirtió en Sahara,
sopló el simún y me abrasé en su vaho,
convoqué a los genios del agua,
el trueno rodó por la azotea,
se quebraron los cántaros de arriba,
llovió sin parar durante cuarenta relámpagos,
el agua llegó al cielo raso,
en el vértice de la cresta tu cama se bandeaba,
con las sábanas armaste un velamen,
de pie en la proa de tu esquife inestable
tirado por cuatro caballos de espuma y un águila,
una llama ondeante tu cabellera eléctrica,
levaste el ancla, capeaste el temporal
y te hiciste a la mar,
tu artillería
disparaba desde estribor,
desmantelaba mis premisas,
hacía añicos mis consiguientes,
tus espejos ustorios
incendiaban mis convicciones,
me replegué hacia la cocina,
rompí el cerco en el sótano,
escapé por una alcantarilla,
en el subsuelo hallé madrigueras,
el insomnio encendió su bujía,
su luz díscola iluminó mi noche,
inspiraciones, conspiraciones, inmolaciones,
con rabia verde, una llamita iracunda
y el soplete de ¡me la pagarás!
forjé un puñal de misericordia,
me bañé en la sangre del dragón,
salté el foso, escalé las murallas,
aceché en el pasillo, abrí la puerta,
tú te mirabas en el espejo y sonreías,
al verme desapareciste en un destello,
corrí tras esa claridad desvanecida,
interrogué a la luna del armario,
estrujé las sombras de la cortina,
plantado en el centro de la ausencia
fui estatua en una plaza vacía,
fui palabra encerrada en un paréntesis,
fui aguja de un reloj parado,
me quedé con un puñado de ecos,
baile de sílabas fantasmas
en la cueva del cráneo,
reapareciste en un resplandor súbito,
llevabas en la mano derecha un sol diminuto,
en la izquierda un cometa de cauda granate,
los astros giraban y cantaban,
al volar dibujaban figuras,
se unían, separaban, unían,
eran dos y eran uno y eran ninguno,
el doble pájaro de lumbre
anidó en mis oídos,
quemó mis pensamientos, disipó mis memorias,
cantó en la jaula del cerebro
el solo del faro en la noche oceánica
y el himno nupcial de las ballenas,
el puñal floreció,
el perro de tres cabezas lamía tus pies,
el espejo era un arroyo detenido,
el gato pescaba imágenes en el arroyo,
tú reías en mitad de la pieza,
eras una columna de luz líquida,
Vuelve a ser eucalipto, dijiste,
el viento mecía mi follaje,
yo callaba y el viento hablaba,
murmullo de palabras que eran hojas,
verdes chisporroteos, lenguas de agua,
tendida al pie del eucalipto
tú eras la fuente que reía,
vaivén de los ramajes sigilosos,
eras tú, era la brisa que volvía.

(1976)

#EscritoresMexicanos [1976-1987]

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