Miguel Peñafiel

QUIÉN VIERA SU CORAZÓN OPRESO

Quién viera su corazón opreso

Quién viera su corazón opreso, de aquella dulce niña en hora de la anunción; que me partió el corazón solamente al verla, ni en el fondo del mar, había visto tantas perlas; que de sus ojos brotaban como agua mágica de un dulce manantial, que al tocar el suelo se convertían en gotas de cristal. Con súplicas desesperadas pidió que la escuchará; y poniéndo atención a todo lo que me decía, unas lágrimas se hizo notar entre la inocencia de sus ojos, que mi corazón conmovido de tanto dolor y tristeza se empaparon mis ojos llenos de un húmedo sentimiento, que me recordó aquel amor; que abatido por una pena ahí estaba yo, padeciendo de una tortuosa y oscura pesadilla. Parecía lentamente una y otra vez más recuperarse al encanto con que ríen mis palabras, mientras sucumbia la absurda esperanza, a menudo me parecía escuchar el sonido de la oscuridad atravesando el horizonte, corriendo hacia ella como un perro negro que se lanza con el propósito de causar una profunda herida. Y aunque trate de mantenerla en un estado de calma, por el impulso de llevarla en un hondo consuelo; temblaban en ellas unas lágrimas rojas, como si fuesen sangre que pasaban de una vida llena de esperanza para pasar a ser a una vida llena sin propósitos. Lloran sus ojos de inocencia pura, y con sus lágrimas puras mojaban las mejillas de aquella linda mujer, le dije; que así como los astros adornan los cielos, y tiemblan el rocío entre las hojas, y arrulla, como arrullan la paloma... No te sorprendes, ni llores, si algún día, te dejan de querer.

Reserva derechos de autor

Otras obras de Miguel Peñafiel...



Arriba