No tengo más, que librarme de la palabra,
De interpretar a los poetas de condena,
De traerlos a la vida a través de mi canto
De invocar su arte, sobre la cruel escena.
¡Y mi alma, sin saber que muere de pena!
Contagiada por el dolor de los malditos,
Temas aprendidos por lo que han llorado
Pensando como ellos sin ningún destino.
Pero he, de verme libre, quizás, algún día,
Libre de mi corazón triste y enfermoso,
Por haber borrado la felicidad de mi vida
¡Con sentimientos amargos y dolorosos!.
Hasta arrancar esa cobardía de mi pecho,
Buscando consuelo en bellas melodías,
Iré limpiando heridas, de mi corazón roto,
Hasta olvidarme del pensamiento suicida.
Iré por caminos, hacía mi nueva mañana,
Buscando esa luz en mi corazón de oro,
Y salir de la angustia y la prisión extraña
¡Que impuso a mi vida, que cantará sólo!.