No me niegues tu amor, ni tu ternura
NO ME NIEGUES TU AMOR, NI TU TERNURA! Mira que linda flor de seda se parece a tus manos... La voz dulce y cantarina de una ignorada estrella me esta llamando, señalando a MI diciendo: acaba de una vez con esta locura!... El amor de verdad no se improvisa; mira de prisa que las ganas que tienes por verme se terminan.
Fue en una tarde, donde muchas veces mantuve conversaciones amorosas con ella, tú estabas muy bella, me recuerdas? Tenía el pelo corto y era siempre alegre. Cuando estaba triste y mis ojos se llenaban de lágrimas, ahí estabas; acariciando mi rostro con tus manos de mariposa blanca, enseñándome a ver la vida de una manera diferente, yo te quería, yo te amaba. Yo te besaba en la frente con los mismos labios con que te besaba a ti, y después de aquellos dulces besos yo me ponía a llorar, pero de la emoción...
Un recuerdo puro e interminable nos acariciaba como una paloma de nivoso plumaje, y mi pensamiento era como una golondrina emigratoria, que vuela a una ciudad, a un lugar silencioso, para estar a solas con la mujer de serena hermosura que agitando mis pensamientos golpea fuerte como una leve brisa de viento...
Pero el amor a simple vista, ya se había alejado, como aquella estrella que solía estar mirando, pero en mi cielo oscuro; se duplicaban millones de nuevas estrellas.
Yo miraba ansioso como aparecían, los astros recién nacidos, en el cielo, a través de mis ojos. Ven me grito palmoteando: ven, pronto! El tiempo se esta acabando, ven; sonríamos como dos niños ebrios de la miel amarga de la vida. Entonces dispuesto avanzo al barranco, dispuesto a partir rumbo a la aurora, al sueño profundo, donde no se vive bromeando, ya lo había perdido todo; ya no me quedaba espacio para mi en algún lugar o rincón de esta tierra, sólo la mano del satánico destino que me tenía preparado.
Fue en un segundo, un eterno segundo de amor, inmovilizado por la emoción, que había vivido con ella... Con toda mi claridad trágica, me veo sentado en la penumbra sobre aquel asiento de aquél parque; en donde fue cómplice de nuestro momentos, con el alma fuera y el cuerpo dormido...
Así murió el poeta Miguel Ángel, por querer mirar de cerca las estrellas...