Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,
la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),
solía por las noches, cuando la tibia instancia
parecía una caja de dulces de la luna,
contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.
Abriendo lentamente los cofres de mi abuelo,
me daba a que besara la hoja de su espada.
Guardaba ha muchos años un relojón de plata,
una bandera blanca y azul color de cielo,
la estrella de una espuela y un lazo de corbata.
Conservo esos recuerdos que me legó de un hombre
y tengo en las reliquias de mis antepasados
la historia de mi casa, la gloria de mi nombre,
y guardo en esos cofres que siempre están abiertos
el retrato de bodas de mis abuelos muertos.