Amor, por fin me he decidido ponerle punto final a esta historia, quiero hacerlo mientras restan pocas horas para darle fin a uno de los mejores años de mi vida, mismo año que aunque te pagasen no lo volverías a repetir, yo si lo haría y de gratis...

En fin, sin tanto enriedo quiero expresarte una vez más y de una vez por todas que lo lamento mucho, lamento que las cosas hayan terminado así, lamento haberte herido, lamento haberte perdido, lamento que no me hayas querido tanto, lamento no haber sido lo que quisiste, lamento que no me hayas perdonado, lamento no poder olvidarte, lamento haber escrito estas pocas páginas en tu vida y tú en la mía.

Y no lo lamento porque lo lamente como tal, porque haya sido insignificante o porque te haya tomado a la ligera, por el contrario, lo lamento simplemente por el hecho de que tuvo un fin, lo lamento porque fuiste lo que siempre quise pero ya no estás...

Que caro nos resultan muchas veces nuestras palabras, pero mira, sigo aquí, nunca me hice daño ni nunca antes te demostré que sería capaz de aquello. Mi miedo a perderte me costó justamente eso... tu pérdida.

Para darle final a esta última carta “inflamable” me gustaría agradecerte por demostrarme la maravillosa virtud del amor, contigo aprendí a amar y descubrí mi ilimitada capacidad de hacerlo. No me recuerdes por lo malo amor, fallé, es cierto, no lo niego, pero tuve la valentía de arrepentirme y de buscarte incansablemente por enmendar lo errado, y eso no me desmerita del todo como tú crees.

Con mucho que decir, pero sin posibilidades de que me leas o me escuches y mucho menos de que me creas, me despido (o al menos lo intentaré), hasta siempre amor de mi vida, mi vida bonita, mi amor, mi reina, mi única y fiel compañera. Un te amo y un abrazo enorme a la distancia.