Me tienes aquí,
donde el reloj marca su hora más recóndita,
aquí,
donde nuestros problemas se tornan en oraciones,
aquí,
donde el tráfico se transforma en un río de bocinas alteradas,
aquí,
donde la luna nos bendijo con su sereno resplandor,
aquí,
donde no existe el tiempo, Dios o el mundo externo.
Me tienes aquí,
recostado pensándote,
escribiéndote,
me tienes aquí imaginándonos hasta la eternidad.