De mi desdicha espantosa
Siento, ¡oh estrellas!, que muero:
Yo quiero vivir, yo quiero
Ver a una mujer hermosa.
El cabello, como un casco,
Le corona el rostro bello:
Brilla su negro cabello
Como un sable de Damasco.
¿Aquélla?... Pues pon la hiel
Del mundo entero en un haz,
Y tállala en cuerpo, y ¡haz
Un alma entera de hiel!
¿Esta?... Pues ésta infeliz
Lleva escarpines rosados,
Y los labios colorados,
Y la cara de barniz
El alma lúgubre grita:
“¡Mujer, maldita mujer!”
¡No sé yo quién pueda ser
Entre las dos la maldita!