En primavera
cuando surgen
las consabidas muchachas de ojos verdes
y el nuevo viento agita con esperanza
antenas y divisas y follajes
y cada miserable sobretodo
vuelve a su ropería monacal
y los escotes rebosan de golondrinas
es fácil creer en Dios
y en los horóscopos
proporcionar migajas a los mendigos
complejos vitamínicos a las palomas
salpicarse sobriamente de optimismo
o imaginar que por los hilos del telágrafo
viajan canciones pegadizas
y más o menos insurreccionales.