Cada uno es de un sitio
pero un sitio no es sólo maravillas
sino también horrores
y carencias
en la calle
en el quiosco
en el mercado
la buena gente es pobre y generosa
tiene la billetera sin billetes
pero en el corazón corazonadas
casi no se habla del pasado estéril
lo venidero acopia recelos y confianzas
los postigos se abren a deshora
para mirar a los que llegan
con su rubor de intrusos
el horror no está hecho de pregones
es simplemente un aire que circula
un antiguo bramido que ahora es bocanada
de memoria marchita
de tristeza
el horror es un túnel insondable
que asoma en las miradas
o hace temblar las manos
o envenena el suspiro
es la piel humillada
un escombro tangible
un insomnio de sangre
una quimera
tan primorosamente real que casi duele
el horror es un coro
de voces remotísimas
las carencias en cambio
se advierten en la calle
se agitan en pancartas y clamores
son marcas del harapo
estelas del mendigo
referencias del hambre
las carencias indagan
encuentran responsables
y los acusan perentoriamente
todos hablan
hablamos de carencias
hasta volvernos sordos
de pudor y de rabia
quizá para que nadie
reconozca o escuche
ese hilo de voz que es el horror