Ayer he recibido una carta sobremanera.
Dice que “lo peor es la intolerable, la continua”.
Y es para llorar, porque nos queremos,
pero ahora se ve que el amor iba adelante,
con las manos gentilmente
para ocultar la hueca suma de nuestros pronombres.
En un papel demasiado.
En fin, en fin.
Tendré que contestarte, dulcísima penumbra, y decirte:
Buenos Aires, 4 de noviembre de mil novecientos cincuenta.
Así es el tiempo, la muesca de la luna presa en los
almanaques, cuatro de.
Y se necesitaba tan poco para organizar el día en su justo paso,
la flor en su exacto linde, el encuentro en la precisa.
Ahora bien, lo que se necesitaba.
Sigue a la vuelta como una moneda, una alfombra, un irse.
(No se culpe a nadie de mi vida.)