Juana de Ibarbourou

La hora

¿De qué raso, Potencias, cómo era
la celeste muchacha adolescente
que se me irguió un día de la frente
para llamarse siempre primavera?
 
Sólo me queda ya la luz morada
del ocaso que en junio llueve hielo,
y que no busca el esplendor del cielo
sino el descanso tibio de la almohada.
 
Cada sueño más lento en breve sueño,
sin países, jardines, ni el empeño
de recorrer los mundos más distantes...
 
La flor que corto empieza a ser nocturna.
No tendré nunca más la flor diurna
que era mi pectoral de oro y diamantes.
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