La noche baja del perfecto cielo
sobre ese mar de mi lejano sueño.
Así eran en tiempos de mi ensueño
crepúsculo, horizonte, paso, vuelo,.
Un dulce gris, ceniza devorada
a guiones, por la luz casi dormida,
abraza a cada ola desvaída,
en la sien de amatista facetada.
Y ya el ir y venir de mi duendesa
por mi marina casa, pieza a pieza,
para imponer reposo y melodía,
mientras embriago ojos y esperanza
en ese “puede ser” que en lontananza
lleva aquel barco azul de brujería.