Me vestiré de blanco, me aromaré de rosas,
E iremos por las rutas que huelen a tomillo,
Igual que una zagala va con su pastorcillo
En busca de lejanas capillas milagrosas.
He de tener las manos frescas como de agua.
Has de tener los labios dulces como de fresa.
Y en el ruedo crujiente de mi cándida enagua
Cien espinas fragantes prenderán la maleza.
Y dirán los labriegos que se paren a vernos:
La morena zagala de sonrisa encantada,
Con el pastor de ojos encantados y tiernos
Se vá, ruta adelante y olvida la majada.
Y reiremos, reiremos llenos de maravilla
Por ser libres y alegres, por ser locos y castos,
Dueños indiscutibles de toda la gramilla,
De las moras maduras y los ásperos pastos.
Y después, al retorno, cual de nuevo moldeados,
Tez caldeada, alma clara, frente limpia y serena.
Y en los ojos en alto, todavía extasiados,
Una imprevista llama de bondad nazarena.