Me gusta una mujer que no es mujer,
me gusta una mujer que no es humana,
me gusta una mujer sin melena,
con cicatrices de puta,
con “mami rica” tatuado en la frente,
con labios que se pronuncian en contra de los machos,
me gusta una mujer que no gusta de los hombres, pero que me quiere,
me gusta esta mujer con sus luchas, con sus tristezas y rencores.
A ella le gusta este tipo amargado que cree en otros feminismos,
en otras formas de relacionarnos,
en otros mundos más habitables...
Yo creo en esas piernas que me ayudan a correr cuando desfallecen las mías,
ella cree en esa fuerza no humana que poseo,
sus ojos me dicen “lucha”
los míos le dicen “venga”
y en esta fusión de sentires confirmo que no quiero cartas de amor ni romances,
que no creo en una heterosexualidad impuesta,
que no soy un hombre muy hombre ni me interesa serlo,
que no me gustan las mujeres muy hembras, las que son reconocidas por la sociedad, pero creo en la fuerza que hay en ese término,
me gustan las lesbianas, las bolleras, las travas,
las que no son mujeres,
me gusta esta mujer que es cien por ciento suya, pero que se comparte conmigo y me deja decirle al oído “tumbemos el patriarcado”.
Yo creo en un amor no romántico,
en uno que nos quiere libres, pero no desde el discurso macho progre que hace de los cuerpos un almacén de carne para consumo, y que nombra poliamor a esa asociación carente de afecto, a veces hasta de orgasmos, porque poliamorosos solo son los hombres, las mujeres son putas.
Yo creo en esta anarquía de amarnos.