Hay un dolor que desgarra un poco al hablar de ti,
No sé si el cielo es tu casa o esas celdas que habitaste por tantos años,
No sé lo que preferiría, pero te perdono la ausencia sin despedida.
Cuando se trataba de ti no había que forzar palabras,
El silencio y los cigarros se encargaban de todo,
El techado de tu casa y las luces de la ciudad,
Fueron mi refugio infinidad de veces.
Tus brazos de Popeye eran mi lugar seguro,
Tus piernas de futbolista me enseñaron a caminar a pasos agigantados,
Tu boca lisonjera me salvó de muchos golpes,
Y tú, me devolviste la vida cuando ya estaba enterrado.
Extraño lo que fui contigo,
tanto como te extraño a ti,
Extraño los callejones sin salidas,
La moto en la que casi morimos,
El vino tinto para fingir cero alcoholismos,
Las amenazas al cabrón que nos jodía,
La marihuana guardada en la cancha de la escuela,
Los regaños que me hacías por lo que hoy son cicatrices,
Y los que te hacía yo por el mayor de tus vicios.
Hoy la idea de morir es más recurrente que en ese entonces,
Pero siempre hay un recuerdo tuyo que me hace esperarte,
Ojalá llegases en noches como estas y detuvieras la herida,
Pero sé que solo es la esperanza de un alma hecha trizas y que se niega a ver la realidad de esta maldita vida.