José de Espronceda

El mendigo

Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan si doliente pido
una limosna por amor de Dios.
 
El palacio, la cabaña
         son mi asilo,
si del ábrego el furor
troncha el roble en la montaña,
o que inunda la campaña
El torrente asolador.
 
   Y a la hoguera
   me hacen lado
   los pastores
   con amor.
   Y sin pena
   y descuidado
   de su cena
   ceno yo,
   o en la rica
   chimenea,
   que recrea
   con su olor,
   me regalo
   codicioso
   del banquete
   suntüoso
   con las sobras
   de un señor.
 
Y me digo: el viento brama,
caiga furioso turbión;
que al son que cruje de la seca leña,
libre me duermo sin rencor ni amor.
    Mío es el mundo como el aire libre...
 
Todos son mis bienhechores,
         y por todos
a Dios ruego con fervor;
de villanos y señores
yo recibo los favores
sin estima y sin amor.
 
   Ni pregunto
   quiénes sean,
   ni me obligo
   a agradecer;
   que mis rezos
   si desean,
   dar limosna
   es un deber.
   Y es pecado
   la riqueza:
   la pobreza
   santidad:
   Dios a veces
   es mendigo,
   y al avaro
   da castigo,
   que le niegue
   caridad.
 
Yo soy pobre y se lastiman
todos al verme plañir,
sin ver son mías sus riquezas todas,
qué mina inagotable es el pedir.
   Mío es el mundo: como el aire libre...
 
Mal revuelto y andrajoso,
         entre harapos
del lujo sátira soy,
y con mi aspecto asqueroso
me vengo del poderoso,
y a donde va, tras él voy.
 
   Y a la hermosa
   que respira
   cien perfumes,
   gala, amor,
   la persigo
   hasta que mira,
   y me gozo
   cuando aspira
   mi punzante
   mal olor.
   Y las fiestas
   y el contento
   con mi acento
   turbo yo,
   y en la bulla
   y la alegría
   interrumpen
   la armonía
   mis harapos
   y mi voz:
 
Mostrando cuán cerca habitan
el gozo y el padecer,
que no hay placer sin lágrimas, ni pena
que no traspire en medio del placer.
   Mío es el mundo; como el aire libre...
 
Y para mí no hay mañana,
         ni hay ayer;
olvido el bien como el mal,
nada me aflige ni afana;
me es igual para mañana
un palacio, un hospital.
 
   Vivo ajeno
   de memorias,
   de cuidados
   libre estoy;
   busquen otros
   oro y glorias,
   yo no pienso
   sino en hoy.
   Y do quiera
   vayan leyes,
   quiten reyes,
   reyes den;
   yo soy pobre,
   y al mendigo,
   por el miedo
   del castigo,
   todos hacen
   siempre bien.
 
Y un asilo donde quiera
y un lecho en el hospital
siempre hallaré, y un hoyo donde caiga
mi cuerpo miserable al espirar.
 
Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan, si doliente pido
una limosna por amor de Dios.

#EscritoresEspañoles (1840) Poesías líricas

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