Algo sobre la muerte del mayor Sabines: XXIII
Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma, tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme, tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!
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Alfredo Jiménez G.
8yDividido en dos partes y utilizando una gran variedad de tonos y metros, como los movimientos de una sinfonía, "Algo sobre la muerte del Mayor Sabines" es un requiem de quince páginas. Es un poema dedicado a la muerte de su padre. Jaime Sabines describe con detalles la agonía de su progenitor, la de él mismo y de su familia; fueron días amargos. El inmenso vacío que deja en hogar y corazones después de partir. Fue un proceso lento y angustiante, el padre de Sabines tenía un tumor en un pulmón del tamaño de una bola de billar. Estamos concientes que este tipo de detalles son duros de leer, pero nos preparan anímicamente para aproximarnos a la lectura íntegra del poema, que a veces es un grito, otras veces es un místico mantra, como un rosario y otras es un murmullo, como cuando nos cansamos de llorar. Somos muchos los que nos hemos refugiado en esta obra, ante un dolor equivalente... su lectura en voz alta es una verdadera catharsis. El autor declaró que no podía leerlo completo sin llorar. En el fonograma dedicado al Poeta de la colección "Voz viva de México" que edita la UNAM, podemos escuchar sendos fragmentos del poema leídos por Sabines, conmueve escucharlo. El soneto seleccionado para hoy, tiene un brusco e irreverente final de siete sílabas, el asunto es deliberado. Algún crítico insensible declaró que los sonetos que aparecían en este poema "estaban cojos". "¡Mentira!", respondió Jaime Sabines: "Puedo demostrar que soy capaz de escribir tres sonetos perfectos en un día"... Y era verdad...