Miss X, sí, la menuda Miss Equis,
llegó, por fin, a mi esperanza:
alrededor de sus ojos,
breve, infinita, sin saber nada.
Es ágil y limpia como el viento
tierno de la madrugada,
alegre y suave y honda
como la yerba bajo el agua.
Se pone triste a veces
con esa tristeza mural que en su cara
hace ídolos rápidos
y dibuja preocupados fantasmas.
Yo creo que es como una niña
preguntándole cosas a una anciana,
como un burrito atolondrado
entrando a una ciudad, lleno de paja.
Tiene también una mujer madura
que le asusta de pronto la mirada
y se le mueve dentro y le deshace
a mordidas de llanto las entrañas.
Miss X, sí, la que me ríe
y no quiere decir cómo se llama,
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
que me ama pero que no me ama.
Yo la dejo que mueva la cabeza
diciendo no y no, que así me cansa,
y mi beso en su mano le germina
bajo la piel en paz semilla de alas.
Ayer la luz estuvo
todo el día mojada,
y Miss X salió con una capa
sobre sus hombros, leve, enamorada.
Nunca ha sido tan niña, nunca
amante en el tiempo tan amada.
El pelo le cayó sobre la frente,
sobre sus ojos, mi alma.
La tomé de la mano, y anduvimos
toda la tarde de agua.
¡Ah, Miss X, Miss X, escondida
flor del alba!
Usted no la amará, señor, no sabe.
Yo la veré mañana.
Alfredo Jiménez G.
9aEl Poeta Jaime Sabines tenía 24 años cuando publicó su primer libro: “Horal”, en 1950. Si escuchamos el título nos puede parecer que se refiere a la expresión hablada, pero al mirarlo escrito notamos con sorpresa que inicia con una letra “H” que cambia por completo el sentido de la palabra y la convierte en una bella imagen poética: “Horal”, manojo de horas. A ese inolvidable cúmulo de vueltas del reloj con que el Poeta inicia su extraordinaria carrera literaria, pertenece el poema “Miss X”. Bella, indecisa, de baja estatura y grandes ojos, esta mujer cautiva al Poeta y a los lectores con sus perennes cualidades de ninfulez y por la fémina madura que a veces se asoma en su mirada. No tiene nombre ¿para qué? Si el sustantivo propio es una etiqueta accesoria en el amor. Casi escurridiza entre los brazos de Sabines, siempre será “Miss Equis”, una “escondida flor del alba” que se dejó descubrir por ese joven estudiante de medicina que pronto iba a descubrir su vocación por la Literatura. Es posible que la humanidad le deba a esta anónima y menudita musa el traer un Poeta al mundo. Nunca tendremos su cédula de identidad, el admirado Jaime Sabines, como buen caballero, se llevó para siempre su secreto. Pero nos queda la impresión de haberla mirado en todos sus encantadores detalles gracias a la magnífica descripción del Poeta. Todos recordamos conmovidos hasta el modo de andar de la hermosa Miss X entre la lluvia. Tal vez algún señor serio pudiera no amarla. Pero los cómplices incondicionales de Sabines, compartimos la ilusión de que “la verá mañana”.