Para que sepas, Clori, los dolores
Que tus ojos divinos me han causado,
Dejo escrito en el álamo agobiado
del valle de las fuentes y las flores.
Ni en las églogas tienen los pastores
Una amada que más hayan soñado,
Ni Paolo a Francesca ha contemplado
Bajo lunas más nítidas de amores.
Y así fuera en tu espíritu querido
La Pluvia que Danae recibiere,
O muriendo como Atys en olvido.
O triste como Sísifo estuviere,
Te diré con mis versos al oído
El Amor es un Dios que nunca muere.