¿Qué balada puedes cantar ahora,
Macha, en pleno invierno, sin recordar la casa
que abandonaste aprisa, ágil como un demonio,
por no perder el tren de Odessa,
que fue, después de todo, nuestro último tren?
¿En qué balada
tu linda voz tristísima subiendo, abriendo
el techo, mientras combas la cintura de avispa?
Baladas a la guerra, muy simples:
sangre y llanto.
Y tú,
bajo los reflectores,
entre gente habituada a tu melancolía.
¿En qué balada que no escuché
te extremas, te demoras?
¿Quién viene cada noche a esperarte y abre
la portezuela de su coche para que te reclines?
¿A quién cubres ahora de artimañas, de besos?