Luis de Góngora

Y digan que yo lo digo

Ya de mi dulce instrumento
Cada cuerda es un cordel,
Y en vez de vihuela, él
Es potro de dar tormento;
Quizá con celoso intento
De hacerme decir verdades,
Contra estados, contra edades,
Contra costumbres al fin.
No las comente el ruin,
Ni las tuerza el enemigo,
 
Y digan que yo lo digo.
 
Si el pobre a su mujer bella
Le da licencia que vaya
A pedir sobre la saya,
Y le dan debajo della,
¿Qué gruñe?, ¿qué se querella
Que se burlan dél los Ecos?
¿Y qué teme en años secos,
Si el necio a su casa lleva
Quien en años secos llueva?
Coja, pues, en paz su trigo,
 
Y diga que yo lo digo.
 
De veinte y cuatro quilates
Es como un oro la niña,
Y hay quien le dé la basquiña
Y la sarta de granates:
Tiénelo por disparates
Su madre y búrlase dello;
Mas él se los echa al cuello,
Porque el mismo fruto espera
Que han de hacer, que en la higuera
La sarta del cabrahigo;
 
Y digan que yo lo digo.
 
Del mercader, si es lo mismo,
Con vara y pluma en la mano,
Condenarse en castellano
Que irse al infierno en guarismo,
Desátenme el silogismo
Sus pulgadas y sus ceros,
Su conciencia y sus dineros,
Y tenga por cosa cierta
Que, si le cierran la puerta,
En el Cielo no hay postigo;
 
Y diga que yo lo digo.
 
Ver sus tocas blanquear
A la viuda, eso me mueve
Que ver cubierto de nieve
El puerto del Muladar;
Déjase a solas pasar
De cualquiera forastero,
O peón o caballero;
Y con sus amigas llora
A su esposo la señora,
Como la Cava a Rodrigo;
 
Y digan que yo lo digo.
 
Viendo el escribano que
Dan a su legalidad
(Por ser poco el de verdad),
Nombre las leyes de fe,
Su pluma sin ojos ve,
Y su bolsa, aunque sin lengua,
Por la boca crece o mengua
Las razones del culpado,
La bolsa hecha abogado,
La pluma hecha testigo;
 
Y digan que yo lo digo.
 
Como consulta la dama
Con el espejo su tez,
¿No consultará una vez
Con la honestidad su fama?
Áspid al vecino llama
Que la muerde el calcañar,
Cuando sale a visitar
Al copete o la corona,
Y a los dos no les perdona
Desde la joya al bodigo;
 
Y digan que yo lo digo.
 
Milagros hizo, por cierto,
Un Alcalde, y lo vi yo,
Que siendo vivo le dio
Almas de oro a un gato muerto;
Y aun es de tanto concierto
Que se iguala y no se ajusta,
Y si acaso a doña Justa
Algo entre platos le viene,
Deja la verdad, y tiene
A Platón por más amigo;
 
Y digan que yo lo digo.
 
Éntrase en vuestros rincones
Comadreando la vieja,
Bien como la comadreja
En nido de gorriones;
Con madejas y oraciones
Os quiebra o degüella en suma,
Ora en huevos, ora en pluma,
La honra de vuestra hija;
Destas terceras, clavija
Sea la rama de un quejigo;
 
Y digan que yo lo digo.
 
El doctor mal entendido,
De guantes no muy estrechos,
Con más homicidios hechos
Que un catalán forajido,
Si son de puñal buido
Las hojas de su Galeno,
Y si partir puede el freno
Y el dinero con su mula,
Mate, y sírvale de bula
La carta que trae consigo;
 
Y diga que yo lo digo.
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