Escribís, oh Cabrera, del segundo
Filipo las acciones y la vida,
con que el cielo aquistó, si admiró el mundo.
Alto asunto, materia esclarecida,
digna, Livio español, de vuestra pluma,
y pluma tal a tanto rey debida.
Léase, pues, de este prudente Numa
el largo cetro, la gloriosa espada
en culto estilo ya con verdad suma.
Sea la felicísima jornada
en sus primeros años florecientes
lisonja de mi oreja fatigada.
Provincias, mares, reinos diferentes
peregrinó gentil, pisó ceñido
de enjambres, no de ejércitos de gentes.
Cual ya el único pollo bien nacido
de crestas vuela de oro coronado,
si bien de plata y rosicler vestido,
que de tropas de aves rodeado,
la variedad matiza del plumaje
el color de los cielos turquesado,
tal el joven procede en su viaje,
Fénix, mas no admirado del dichoso
árabe en nombre, bárbaro en linaje,
ni del egipcio un tiempo religioso,
sino hospedado del fïel lombardo,
temido del helvecio belicoso.
Tantos siguen al Príncipe gallardo,
que el río que vadean cristalino
o al mar no llega, o llega con pie tardo.
Hierve, no de otra suerte que el camino
de próvidas hormigas, o de abejas
el aire al colmenar circunvecino.
Balcones, galerías son, y rejas
del número que ocurre a saludarlo
las altas hayas, las encinas viejas.
A los pies llega al fin del Quinto Carlo,
que en sus brazos lo acoge, y tiernamente
lo abraza y no desiste de abrazarlo.