Gabriela Mistral

Noche de metales

Dormiremos esta noche
sueño de celestes dejos
sobre la tierra que fue
mía, del indio y del ciervo,
recordando y olvidando
a turnos de habla y silencio.
 
Pero todos los metales,
sonámbulos o hechiceros,
van alzándose y viniendo
a raudales de misterio
—hierro, cobre, plata, radium—
dueños de nosotros, dueños.
 
Son lameduras azules
que da la plata en los pechos,
son llamaradas de cobre
que nos trepan en silencio
y lanzadas con que punza
a las tres sangres, el hierro.
 
Por confortarnos los pies
vagabundos, y aprenderse
nuestros flancos y afirmarnos
los corazones sin peso,
los tres del miedo ganados,
los tres de noche indefensos.
 
Y la noche se va entera
en este combate incruento
de metales que se allegan
buscando, hallando, mordiendo
lo profundo de la esencia
y la nuez dura del sueño.
 
Al fin escapan huidos
en locos filibusteros
y seguimos la jornada
cargando nuestro secreto,
arcangélicos y rápidos
de haber degollado el miedo.
 
Liberados caminamos
como los raudales frescos,
sin acidia y sin cansancio,
ricos de origen y término,
por la nocturna merced
de los Andes Arcangélicos
que dentro de su granada
impávidos nos tuvieron.
 
Vamos cargando su amor
como un amianto en el pecho,
como la casta y el nombre,
como la llama en silencio
que no da chisporroteo
y según nuestros orígenes,
despeinados de lo Eterno.
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