No fue el destino,
ni tal vez la sombra
de un adiós nunca dicho,
fuimos tan solo dos líneas errantes
dibujando juntos un mismo abismo.
Nos vimos sin vernos,
nos tuvimos sin rozarnos,
y cuando el tiempo quiso
sin darnos cuenta
ya éramos otros,
ya el mundo tenía otros nombres
para llamarnos lejos.
Pero a veces—
en el sigiloso rincón de la memoria—
regresas niña de ayer,
con la risa intacta
y el amor que nunca fue
pero sigue siendo.