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¡Oh, qué grave medita la llama del candil! Como un faquir indio mira su entraña de oro y se eclipsa soñando
Quiero bajar al pozo quiero subir los muros de Granada para mirar el corazón pasado por el punzón oscuro de las aguas. El niño herido gemía
Do you like me? -Yes, and you? -Yes, yes. Cuando me quedo solo me quedan todavía tus diez años,
Ni quiero ser poeta, ni galante. ¡Sábanas blancas donde te desmayes… No conoces el sueño ni el resplandor del día.
De los cuatro muleros que van al campo, el de la mula torda, moreno y alto. De los cuatro muleros
El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar
Arbolé, arbolé seco y verdé. La niña del bello rostro está cogiendo aceituna. El viento, galán de torres,
Cuernos de oro y ojos verdes. Sobre el acantilado, en tropel gigantesco, ilustran el azogue
El puñal, entra en el corazón, como la reja del arado en el yermo. No.
Lámparas de cristal y espejos verdes. Sobre el tablado oscuro, la Parrala sostiene una conversación
Cayó una hoja y dos y tres. Por la luna nadaba un pez. El agua duerme una hora
Altas torres. Largos ríos. Hada Toma el anillo de bodas que llevaron tus abuelos.
¿Qué es aquello que reluce por los altos corredores? Cierra la puerta, hijo mío, acaban de dar las once. En mis ojos, sin querer,
En lo alto de aquel monte hay un arbolillo verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soñolientos
Leonardo: ¡Calla! Novia: Desde aquí yo me iré sola. ¡Vete! ¡Quiero que te vuelvas! Leonardo: