Gorriones de Sangre
Un gorrión se estrelló contra el cielo,
las nubes crujieron como huesos rotos,
y la ciudad siguió devorándose a sí misma
en la boca de los semáforos muertos.
Nadie miró la sangre en el pavimento,
ni las alas atrapadas en el tráfico,
porque todos teníamos relojes
y deudas que crecían en los bolsillos.
Yo me detuve. Miré los ojos del pájaro,
la eternidad reducida a un charco rojo.
Pensé en mi madre, en mi infancia,
en la forma en que el tiempo
es un cuchillo que nunca deja de cortar.
El viento arrastró las plumas
como un recuerdo que no sabe dónde caer.
Y entonces supe que yo también
era un gorrión estrellado en el asfalto.
