Alzaron con su pluma la alborada,
tejieron con su voz luz y tormenta,
en versos y en ficciones derramadas
dejaron su verdad clara y violenta.
Su verbo fue relámpago y rocío,
ardió en hogueras, fue rumor de ríos,
parió silencios, gritos escondidos,
y el mundo las miró con desafío.
Sor Juana, flor de lumbre en su celada,
retó la sombra con su ardiente mente,
y en versos, con razón bien afilada,
rompió las normas de un poder hiriente.
Virginia, con su mar y su corriente,
navega entre corrientes invisibles,
su prosa es oleaje inteligente,
remueve lo callado e imposible.
Emily, con su voz como relámpago,
clavó en la brisa signos de infinito,
y Alfonsina, en su mar, dejó su cántico,
poema de dolor y amor bendito.
Borges en sus jardines las buscaba,
y Lorca oyó su música callada,
que toda letra tiene en su morada
el pulso de una mano iluminada.
Mujeres de la tinta y la memoria,
las letras son hogar de su victoria,
y en cada página, de luz bordada,
se alza en su honor eterna la palabra.