Piso de madera
muy viejo, destrozado,
cruje al ritmo de los pasos,
recibe al recién llegado;
nos despierta a medianoche,
recordamos donde estamos.
Angustia,
me quiero ir de aquí.
Techos altos, despintados.
Humedad dibujada de años.
Sensación de abandono
nos inunda de pronto.
Nos dormimos abrazados.
Cama vieja de “hospital”.
Hierro frío nos sostiene.
Nos da vergüenza el ruido
rítmico del amor.
En el silencio de la siesta
Buenos Aires de fiesta.
No me olvido de tu olor,
desnuda sobre las sabanas.
Te acaricie hasta morirme.
Tuve que irme.
Perdón.
Las puertas de vidrio opacado.
El baño al final del pasillo.
La ciudad a mil por hora,
y yo, a dos por año,
disfrutando, embelesado,
los colores de tu aroma,
el sabor de tu pecho,
la dulzura de tu boca,
tu cuerpo entero de hecho.
No me olvido,
no te creas.