Andrés Bello

Moisés Salvado De Las Aguas (imitación De Víctor Hugo)

«¡Compañeras, al baño! alumbra el día
   la cúpula lejana;
duerme en su choza el segador, y enfría
   las ondas la mañana.
 
»Menfis apenas bulle; hospedadora
   nos da la selva abrigo;
y, tendremos, amigas, a la aurora
   por único testigo.
 
»De Faraón, mi padre, el jaspeado
   palacio al mundo asombra;
a mí del bosque el pabellón, del prado
   me agrada más la alfombra.
 
»¿Qué son las fuentes en que el oro brilla,
   y el mármol de colores,
a par del Nilo, y de esta verde orilla
   esmaltada de flores?
 
»No es tan grato el incienso que consume
   en el altar la llama,
como entre los aromos el perfume
   que el céfiro derrama.
 
»Ni en el festín real me gozo tanto,
   como en oír la orquesta
alada, que esparciendo dulce canto
   anima la floresta.
 
»¿Veis cuál se pinta en la corriente clara
   el puro azul del cielo?
El cinto desatadme, y la tara,
   y el importuno velo.
 
 »¿Veis en aquel remanso trasparente
   zabullirse la garza?
Las ropas deponed; y al blando ambiente
   el cabello se esparza.
 
»¡Ea! trisquemos en el fresco baño,
   alzando blanca espuma...
Mas ¿qué objeto descubre tan extraño
   la fugitiva bruma?
 
»Mirad: enfrente al sicamor sombrío,
   que verdes arcos tiende
sobre la playa, un bulto por el río
   lentamente desciende.
 
»No temáis: de una palma el tronco anciano,
   que en demanda navega
de las altas pirámides, liviano
   sobre las ondas juega.
 
»¿O es de Hermes por ventura el carro leve?
   ¿O es la concha divina
de Isis, que con suave aliento mueve
   la brisa matutina?
 
»¿Qué digo? es tierno niño, que en ligera
   barca duerme al sereno
arrullo de las olas, cual pudiera
   en el materno seno.
 
»Arrastra el Nilo la flotante cama,
   cual nido de avecilla
que arrebatado hubiese a la retama
   de su silvestre orilla.
 
»¡Qué de peligros corre a un tiempo mismo!
   ¿Cuál puerto de salud
lo aguarda? ¿Mece el proceloso abismo
   su cuna o su ataúd?
 
»¡Los ojos abre, hijas de Menfis! llora
   ¿Pudo una madre, ¡ohcielo!,
al agua abandonar devoradora
   el hijo pequeñuelo?
 
»Tiende los brazos, ¡ay!, cual si supiera
   su malhadada suerte;
y son frágiles cañas la barrera
   que presenta a la muerte.
 
»Es de la raza de Israel, sin duda,
   que mi padre sentencia
a proscripción... pero ¿qué ley sañuda
   proscribe a la inocencia?
 
»¡Pobre niño! su llanto me conduele;
   a su madre afligida
sucederá otra madre; salvarele;
   me deberá la vida».
 
Ifisa hablaba así, joven princesa;
   y dócil al consejo
de la piedad, acometió la empresa;
   y el juvenil cortejo
 
A la virgen, que presta se adelanta,
   de confanza llena,
sigue, estampando con ligera planta
   la movediza arena.
 
Semejaba, depuesto el blanco lino,
   revolando las blondas
madejas por el hombro alabastrino,
   la hija de las ondas.
 
El blanco pie con círculos de plata
   el espumoso río
le ciñe; y ya a las olas arrebata
   el pequeño navío.
 
Palpita con la carga que suspende,
   alegre y orgullosa;
y en sus mejillas el color se enciende
   de la temprana rosa.
 
Bullente espuma hendiendo, que se irrita
   y la presa reclama,
el peso que la agobia deposita
   sobre la verde grama;
 
y del recién nacido alegremente
   cercan todas la cuna;
y sonrendo, la asustada frente
   le besan una a una.
 
Mas ¡oh tú, que de lejos a tu hijo
   por la playa desierta
seguiste desolada, el rostro fijo
   en su carrera incierta!
 
Llega; el hinchado seno da al infante;
   tu llanto ni su risa
revelarán en ti la madre amante,
   pues aun no es madre Ifisa.
 
En los brazos maternos, rocado
   con lágrimas de duelo
y de gozo a la par, dulce cuidado
   de la tierra y del cielo,
 
El pequeño Moisés iba seguro;
   de Faraón crüel
hospeda el regio alcázar al futuro
   caudillo de Israel.
 
Y ante el trono de Dios, la faz velada
   con las alas, el coro
que ve a sus pies la bóveda estrellada,
   pulsaba liras de oro.
 
«Alégrate, Jacob, en el asilo
   de tu destierro (el canto
así sonaba), y no al impuro Nilo
   se mezcle más tu llanto.
 
»El Jordán a sus campos te convida;
   te oyó el Señor;Egipto
marchar verá a la tierra prometida
   tu linaje proscripto.
 
»Ese niño que virgen inocente
   salvó de olas y vientos,
es el profeta del Horeb ardiente,
   rey de los elementos.
 
»Humillaos, mortales insensatos,
   que al Eterno hacéis guerra;
he ahí el legislador, que sus mandatos
   promulgará a la tierra.
 
»Cuna humilde, baldón de la fortuna
   juguete del profundo,
ha salvado a Israel; humilde cuna
   ha de salvar al mundo».

Poesías. Chile (1829-1865)

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