Andrés Bello

A La Señora Doña Julia Codecido De Morasuplica El Autor Se Sirva Escribir Estos Versos En Su álbum

Si es humilde homenaje, si es tardío,
encantadora Julia, el que te envío,
perdona a la aflicción, perdona al duelo
en que abrumó mi corazón el cielo.
 
 Tú supiste la causa de mi lloro,
y también la lloraste, lo aseguro,
que, de cuanto es amable, y tierno, y puro,
tu pecho es el santuario y el tesoro.
 
 Como tu padre en ti se goza y place,
tal me gozaba yo, tal me placía
en la que ahora helado polvo yace,
presa inmatura de la Parca impía.
 
 Tú sabes qué celajes de esperanza,
tal vez a un padre el porvenir figura;
celajes ¡ay! que en súbita mudanza,
se me tornaron luego sombra oscura.
 
 Pues, en ese horizonte arrebolado,
hoy a mis ojos, noche opaca y triste,
verte me parecía, y a tu lado,
la que para su padre ya no existe.
 
 Creíla a conocerte destinada;
y si permites, Julia, que lo diga,
creíla de tus prendas adornada,
merecedora de llamarte amiga.
 
 No quiso que lo fuese, concederme
el cielo; a mi ternura arrebatola,
y a tu cariño; muda, yerta, sola,
mi hija querida en el sepulcro duerme.
 
 Que así tu tierno corazón lastime,
perdona. ¿Puede dar dulces acentos
un alma que, en dolor profundo, gime?
De ayes sólo es capaz, y de lamentos.
 
 Colgué en un árbol mustio de la selva
mi destemplada lira envuelta en luto;
y si me pides que a pulsarla vuelva,
¿cómo negarte, Julia, este tributo?
 
 ¡Feliz, si la memoria que grabada
llevo, le vale, y Julia lo recibe,
y el nombre de mi Anita malograda,
que pongo en él, su bella mano escribe;
 
 Y en este libro, en que, con larga vena,
derrama sus halagos, Poesía,
le da lugar, y lúgubre elegía
entre armoniosos cantos, no disuena!
 
 Sí, le darás lugar; no el que se debe
al noble ingenio, al inspirado numen
(tanto mis toscos versos no presumen),
sino, en secreta hoja, espacio breve.
 
 Así tal vez en un recinto ameno,
brillan a competencia Arte y Natura;
el aire está de mil aromas lleno;
onda argentina acá y allá murmura.
 
 Entre marmóreos arcos, se divisa
bello pensil de espléndidos colores;
y en torno de la ninfa que lo pisa,
brotan del suelo enamoradas flores;
 
 Y en una parte solitaria, inculta,
do apenas lleva el aura silenciosa
ecos lejanos, débiles, oculta
un sauce llorador funérea losa.

Poesías. Chile (1829-1865)

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